miércoles, 28 de diciembre de 2011

La suave bendición de la iluminación...


Y entonces, de repente, una noche después de cenar, cuando paseaba por la fría y ventosa oscuridad del patio, me sentí tremendamente deprimida y me tiré al suelo y grité: "¡Voy a morir!" porque no había nada más que hacer en la fría soledad de esta dura tierra inhóspita, y al momento la suave bendición de la iluminación fue como leche en mis párpados y me sentí confortada. Y me di cuenta de que ésta era la verdad que Santos conocía...la verdad que se realiza en los huesos del muerto y que está más allá del Árbol de Buda y de la Cruz de Jesús. Cree que el mundo es una flor etérea y vive. Yo sabía que era la peor vagabunda del mundo. La luz del diamante estaba en mis ojos.

Parafraseando a Jack Kerouac: "Los Vagabundos del Dharma" Compactos Anagrama, p.133

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